Un crimen entre la realeza by S. J. Bennett

Un crimen entre la realeza by S. J. Bennett

autor:S. J. Bennett [S. J. Bennett]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788419346735
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2023-05-22T00:00:00+00:00


—¿Lo hará? —preguntó Rozie.

Se suponía que estaban revisando la agenda de la reina porque Rozie había detectado algunos problemas en el horario de las distintas actividades. Sin embargo, como estaba ocurriendo tan a menudo durante aquella estancia en Sandringham, se habían desviado del tema.

—Ya veremos. Es posible que me haya equivocado —admitió la reina—. Tal vez el chico solamente me miraba de aquella manera por pura educación. Pero diría que sí. ¿Y bien?

—Es sólo que no puedo creer...

Rozie dijo aquello con todo el respeto del que fue capaz, pero no supo cómo terminar la frase. La reina adivinó que le costaba creer que una sospechara que alguien había robado un paquete de droga y le estuviera ofreciendo una cláusula de rescisión.

—Si yo estuviera en lo cierto y la policía llegara a descubrir que el chico tiene el paquete, su carrera habría acabado antes de empezar. Es un mozo de cuadra prometedor y un delincuente desastroso. No creo que fuera idea suya, la verdad.

—Pero si la droga pertenecía a otra persona y le pidió que la guardara —dijo Rozie—, ¿no le importará que el chico la entregue?

La reina ya había pensado en eso.

—Puede decir sin faltar a la verdad que no tenía elección. Y nadie ha perdido nada, pues la droga se descubrió de manera fortuita, al fin y al cabo. Lo que está claro es que no quiero a uno de mis empleados aferrado a ella.

—No, señora. Eso lo entiendo muy bien.

—Confío en que el chico tenga la sensatez de borrar sus huellas del paquete. Bueno, ya hemos hablado lo suficiente de este tema. ¿Qué novedades tiene usted?

—Katie tiene una buena noticia —dijo Rozie.

—Excelente.

—Intentó ver a la señora Raspberry en el hospital pero le fue imposible —explicó Rozie—. Está en una sala aislada con un control estricto de visitas. Por el momento está a salvo.

—Gracias a Dios. ¿Qué más?

—He hecho algunos progresos, aunque no de la clase que usted esperaba, señora.

—Ah.

Rozie comprendió que aquello se había convertido en la cantinela de siempre. Le contó a la reina que había descubierto el Freelander abollado y a Julian Cassidy en el suelo de su sala de estar, prácticamente en coma etílico y rodeado de botellas vacías.

—¿El cuentagarbanzos?

—Sí, majestad.

La reina trató de hacerse cargo de la situación. Era una sorpresa mayúscula, o más bien varias. ¿Qué demonios tenía él que ver con Judy Raspberry? El cuentagarbanzos era la única persona a la que ella no creía implicada en todo aquel asunto. Y todas aquellas botellas...

—¿Ha informado a la policía? De lo del coche, quiero decir.

—No me ha hecho falta hacerlo —repuso Rozie—. La policía ya lo sabe. El señor Cassidy fue muy listo. He descubierto que él mismo dio el parte, dos días después. Dijo que había atropellado a un ciervo que saltó de repente sobre él de camino a Muncaster y que por culpa de eso acabó estrellándose contra un árbol. Este segundo accidente era real, por cierto. El señor Cassidy consiguió que Helena Fisher confirmara su versión: según la señora Fisher, ella circulaba en sentido contrario y vio cómo ocurría.



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